Saturday, September 16, 2006

 

El Zocalo, festejo anticipado de la Convencion




Sábado 16 de septiembre de 2006


Carlos Abascal, abucheado en cuanto apareció en el balcón del Palacio del Ayuntamiento

El Grito en el Zócalo devino en festejo del movimiento de resistencia pacífica
Tras el acto de Encinas, López Obrador se mezcló entre la gente que llenó la plaza mayor

JAIME AVILES


Festejos sin olvidar el agravio, ayer en el Zócalo capitalino Foto Yazmín Ortega Cortés
Lo primero que hizo Andrés Manuel López Obrador cuando terminó la ceremonia del Grito fue bajar del templete y meterse entre la multitud que atiborraba el Zócalo coreando insistentemente su nombre, al cabo de una fiesta en la que la voz de Eugenia León inundó de música la luz de las estrellas y el espectáculo de los fuegos artificiales reveló la cohesión de una plaza unida. Esta vez no tanto por su apego a las tradiciones, sino por su hambre de un futuro inmediato distinto.

En el balcón del antiguo Palacio del Ayuntamiento, donde el jefe del Gobierno del Distrito Federal pronunció la letanía solemne del ritual septembrino y añadió un "¡Viva la soberanía popular!", los rostros felices de doña Rosario Ibarra de Piedra, de Alejandro Encinas y de sus respectivos acompañantes contrastaban con la cara tiesa, incómoda, cargada de angustias y de enojo del titular de la Secretaría de Gobernación, Carlos Abascal Carranza, a quien la gente le exigió a gritos que se fuera en el instante en que el representante de Vicente Fox se asomó para participar en la ceremonia.

A las 8 de la noche, nada auguraba la apoteosis que alcanzaría la fiesta. Menos de la cuarta parte de la plaza del Zócalo estaba ocupada por los visitantes, había enormes extensiones de asfalto vacío, los vendedores de garnachas, confeti, espuma, banderas, rehiletes, cachuchas, sombreritos, camisas artesanales y demás, no estaban haciendo su agosto en la exacta de septiembre. Era como si el miedo a que los partidarios de López Obrador y los devotos de la conmemoración pudieran trabarse en una lucha fratricida.

La víspera, bien entrada ya la noche del jueves, cuando los últimos campamentos habían sido desmantelados y el control perredista de la plaza se disolvía rápidamente, comenzaron a entrar grupos de personas jóvenes, sin vínculos con el movimiento, poseídas de la ira antiobradorista que todas estas semanas cultivó la televisión, y sin medir las consecuencias, dando rienda suelta a sus emociones primarias no tuvieron empacho en ponerse a gritar insultos a los de la resistencia civil pacífica que se estaban retirando.

Anoche, a saber por qué, todo fue distinto no sólo respecto de la víspera sino de años anteriores cuando la ceremonia fue encabezada por Vicente Fox. No había retenes de la Policía Federal Preventiva, ni agentes del Estado Mayor Presidencial, ni atmósfera de estado de sitio, ni la presencia inconsútil de una aristocracia invisible tras los balcones de Palacio Nacional para la cual el populacho constituía una amenaza que debía ser sometida a la más estricta de las revisiones. No, anoche, por el contrario, el clima era de total distensión, y los mínimos retenes de la policía capitalina eran amables fronteras por las que uno tenía que alzar los brazos y mostrar el cuerpo sin ser palpado para poder franquearlas.

Tampoco había antagonistas políticos, ni provocadores, ni simpatizantes del partido de la derecha católica, ni emblemas ni nada que aludiera o recordara la existencia del apellido Calderón. A las 9:30 de la noche, el Zócalo estaba lleno, hasta los topes, y era ciento por ciento expresión del movimiento de resistencia civil pacífica que desde la mañana del domingo 30 de julio se había plantado allí para emprender la lucha contra las instituciones electorales que escamotearon la victoria a López Obrador.

Expresiones populares

Carteles con leyendas contra Cuauhtémoc Cárdenas, a quien insistían en tachar de "traidor al pueblo" y muchísimos más que unían los apellidos López y Obrador a la palabra presidente, flotaban sobre la marea de las cabezas humanas bañadas por la luz de los reflectores que emanaba del templete, cuando Eugenia León se colocó en el proscenio y comenzó un recital de canciones populares que estrofa por estrofa el gentío le coreó, fortaleciendo la sensación de que ésa era la fiesta de los vencedores, no de la supuesta minoría que fue avasallada por una fuerza política más grande y poderosa que once semanas después del 2 de julio todavía no ha tenido, en ninguna parte del país, no digamos una noche sino tampoco siquiera una hora como ésta en que la maravillosa vocalista veracruzana volvió a conseguir que su cuerpo sonara intensamente como un instrumento nacido y cultivado a lo largo de épocas para cantar.

Regina Orozco, vestida de china poblana, sustituyó a Eugenia acompañada de un mariachi para aventarse una ranchera, pero una vez que ésta llegó a su término, Jesusa Rodríguez intervino para recobrar el micrófono y advertirle a la muchedumbre que la ceremonia del Grito estaba por comenzar.

Fue entonces cuando en el antiguo Palacio del Ayuntamiento Abascal Carranza apareció en el balcón de Encinas para recibir el inmediato abucheo de la gente, y para su fortuna, cuando el jefe de Gobierno de la ciudad terminó de gritar los vivas a los héroes de la Independencia, al prócer de la Reforma y a la soberanía popular, toda la plaza volteó al cielo en espera de los fuegos de artificio, pero éstos, como si al cohetero se le hubieran perdido los cerillos, tardaron cinco larguísimos minutos en iniciar su espectáculo, una tardanza que fue ampliamente recompensada por el estallido de miles de luces de colores que una y otra vez ascendieron al cielo describiendo tercamente la "V" de la victoria.

A decir verdad, mientras de Guanajuato llegaban reportes de que Fox había dado su Grito de prisa y debajo de un señor chubasco, la fiesta del Zócalo no parecía de ningún modo la de los vencidos, sino al contrario. Cosas de la vida que, bien decía Juan Rulfo, nunca ha sido muy seria en sus cosas.
Link: http://www.jornada.unam.mx/imprimir.php?fecha=20060916¬a=007n1pol.php&seccion=nota

 

VIVA MEXICO, FUERA FOX



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Sábado 16 de septiembre de 2006


En la plaza se impuso un solo grito repetido hasta el cansancio: "¡Obrador!"...

Noche con sabor a victoria en el Zócalo
Será hasta hoy cuando Fox alce su voz en la Plaza de la Constitución durante el desfile

ARTURO CANO


Simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador se congregaron ayer en la Plaza de la Constitución Foto José Antonio López
Y no fue Vicente Fox quien alzó la voz a la mitad del foro ni del balcón central, sino miles las voces que se erigieron en una sola palabra apenas se esfumaba "la galana pólvora de los fuegos de artificio".

Sí, en la plaza de todos el grito se impuso. Una palabra: "¡Obrador, Obrador, Obrador!", repetida hasta el cansancio.

Suave Patria: ¿tú vales por el río de las virtudes de tu griterío? Tres son en realidad los gritos de la noche, porque el "Obrador" se mezcla con "Encinas" y con un soplo de triunfo: "¡Sí-se-pudo, sí-se-pudo!"

Pues sí, Patria, tu superficie zocalera es de los convencionistas, como mañana muy temprano será de las fuerzas armadas y su desfile.

Pero esta noche septembrina la derrota electoral tiene sabor a victoria "porque nos quedamos con la plaza", dicen aquí y allá los de abajo y los que conviven arriba del templete o en el balcón del antiguo Palacio del Ayuntamiento.

A unos pasos, la lopezvelardiana grandeza del Palacio Nacional es hoy la estatura "de niño y de dedal" que también cantó el vate de Jerez. Levemente iluminado, el balcón central se muestra ya sin la púdica manta que cubría, según se dijo, la cabina a prueba de malosos que Vicente Fox emplearía en su último grito presidencial.

No, hoy no pudieron lucirse en el balcón central los jóvenes Fox ni los muchachos Bribiesca, ni Marta Sahagún pudo mostrar uno de sus vestidos típicos, como ese blanco que sólo se usa en las bodas del istmo de Tehuantepec.

No pudo Vicente Fox presumir de nuevo al nieto presidencial, aquel que hacía la "v" de la victoria desde el vientre materno, ni su hija menor tañer la campana de la Independencia. Así, los ciudadanos asistentes se ahorraron las vivas -aportación foxista- a los acuerdos, la pluralidad, la paz y la democracia.

El Presidente que llevó la ceremonia al absurdo se fue a Dolores Hidalgo, Guanajuato, la cuna de la Independencia, ahora dependiente como nunca de las remesas de los migrantes. En enero pasado, por ejemplo, este cronista pudo contar en las calles de esa población vehículos con placas de 35 estados diferentes de la Unión Americana.

En su primer Grito, en el año 2001, Fox pedía "sólo un poquito de tiempo" para cumplir sus promesas de campaña. Ahora, en el poquito tiempo que le queda -pues ya anunció que gobernará sólo hasta el 30 de septiembre-, ya no le resta tiempo sino para los chistes crueles (ombudsman dixit).

Fox se va, de verdad, sin cortarle a la epopeya un gajo.

De plantón a planta

Miles de pueblos, barrios y colonias comenzará a recorrer López Obrador, luego de que este sábado la CND lo nombre "presidente legítimo de México". Mil pueblos prometió recorrer, sólo en su natal Tabasco, cuando entregó la presidencia nacional del PRD. Se quedó en un tercio porque fue requerido para ser candidato de su partido a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal.

Ahora, al mediodía de este 15 de septiembre, anuncia que recorrerá de nuevo todo el país.

"No me voy a rendir", dice, celebrado con vivas y aplausos por unos cuantos miles que llenan poco menos de media plaza. La despedida es casi íntima, con los más fieles, los más entrones, los que no se perdieron una de las cuarenta y tantas asambleas.

López Obrador reparte agradecimientos mientras a unos metros trabajadores del gobierno de la capital sudan la gota gorda para colgar la campana que el movimiento donó para el Grito a cargo de Alejandro Encinas.

En el último día de esta fase de la resistencia se cede el micrófono a Porfirio Muñoz Ledo, maestro de la oratoria, el acomodo y el codazo, quien arranca con enigmática frase sobre el futuro inmediato: "El plantón se convierte en planta".

Muñoz Ledo luce su retórica dominguera: "¡Vamos a levantarnos en almas (con ele)! ¡Esta es una revolución de las conciencias!"

Ni abrazo de Acatempan ni Plan de Iguala, sigue Porfirio, muy a tono con la fecha, "¡vamos a construir la Cuarta República!"

Muñoz Ledo insiste igual en el mensaje que ha machacado López Obrador en las últimas semanas: "Nuestra CND es fundacional, quiere fundar una nueva república".

Y un nuevo partido, dicho sea de paso, porque en los próximos meses, si las cosas salen como las tiene previstas, López Obrador llamará a la formación de un nuevo partido político, para el cual ya hasta nombre tienen: Patria Nueva, como llamóse la fuerza política del también tabasqueño Carlos Madrazo, malogrado reformador del PRI.

Los primerizos del Grito

La Patria es inabarcable y dividida. Fox, dijo su secretario de Gobernación, Carlos Abascal, "asumió su absoluta responsabilidad en la construcción de condiciones favorables a la concordia, la seguridad y la paz de quienes concurren al Zócalo".

Luego el gobierno diría que hay "grupos radicales" que ponían en riesgo a los asistentes y al mismo Presidente de la República, sin aportar más pruebas que supuestos informes de inteligencia.

Dividida la Patria, aquí se impusieron esta noche los seguidores de López Obrador. "Nunca había venido porque no me interesaban los gritos de los otros", dice María Clotilde, habitante de la Asturias y parte de un equipo que registra convencionistas: "Llevamos 2 mil hoy", dice orgullosa y feliz.

Los tristes son los vendedores de fritangas, que salieron de las calles cercanas y la plaza. Sobreviven, claro, los toreros y también los vendedores de chucherías patrióticas, con la diferencia de que muchas llevan imágenes de López Obrador o consignas de la coalición.

Triste también está Alejandro de Jesús Cano, quien encabeza una familia de seis, porque dice que ellos nunca se pierden el Grito y es "malo que el palacio se vea tan solo". Y eso que votó por el perredista.

La encuesta informal indica que muchos de quienes se animaron a venir hoy son primerizos. "Es mi primer Grito en el Zócalo", dice Camilo Vicente, quien vino con un grupo en marcha desde la Alameda. Su banda mandó hacer camisetas y una manta con la consigna: "Al que robe la Presidencia llámalo usurpador", y entró al Zócalo al grito de "¡el que no brinque es panista!"

Patricia Islas y sus tres amigas son de las pocas que le hicieron caso al vocero presidencial, Rubén Aguilar, quien recomendó a todos venir al Grito y sugirió traer gorritos y trompetas para festejar. Las mujeres se marchan antes del Grito. Una de ellas dice que se van porque no les gusta la ausencia de Fox. Otra guiña el ojo y suelta: "En realidad nos vamos porque nos venimos sin permiso".

La mayoría se queda. Eugenia León regala al Zócalo un espléndido repertorio mexicano y tras ella los aburridos policías que cuidan el Palacio Nacional tararean México lindo y querido.

A las once en punto viene el Grito a cargo del jefe de Gobierno, Alejandro Encinas. Los asistentes parecen estar en un partido de tenis, pues sus cabezas van de un lado a otro, del templete donde está López Obrador al otro donde pende la campana provisional donada por los convencionistas.

Encinas se ciñe, en lo general, a la tradición del Grito. Y luego los juegos pirotécnicos aplacan por un momento las consignas. El cielo se ilumina en un recorrido musical que va de piezas de Agustín Lara a La cucaracha, pasando por el infaltable Huapango, de Moncayo.

Termina la pirotecnia y siguen los gritos de "¡Obrador!" En el balcón del Gobierno del Distrito Federal un personaje que no forma parte del elenco que quieren los asistentes aguanta los gritos: "¡Fuera Abascal!"

La mañana de este sábado no habrá civiles y Fox volverá a alzar su voz a la mitad de un foro lleno de militares.

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