Monday, September 18, 2006
Astillero
Lunes 18 de septiembre de 2006
Julio Hernández López
Dos días claves
Cambio de símbolos
Un Grito de izquierda
Presidencia activa, no furtiva
Nadie entenderá nada si no asume que en dos días cambiaron los puntos de referencia y la orientación de la política mexicana. El viernes 15 fue la primera ocasión en que un gobierno de izquierda (el capitalino de Alejandro Encinas) encabezó una ceremonia institucional (el Grito de Independencia) arrancada a golpe de movilización a un gobierno federal como es el encabezado por Vicente Fox, que trasladó su estado de sitio adjunto a Dolores Hidalgo. El sábado 16 se formalizó un plan de desobediencia civil que, entre otras formas de rechazo a las autoridades formales surgidas de un fraude electoral, creó la figura de un presidente de la República que viajará por el país y encabezará luchas regionales y temáticas en busca de impedir que Felipe Calderón tome el poder el próximo 1º de diciembre y, en caso de que tal imposición sea consumada, de organizar la oposición y la resistencia a ese gobierno precario.
Dos días en que cambiaron los símbolos y los significados. El presidente de la República negoció el desfile militar por el Grito en Palacio Nacional y se fue a tierras guanajuatenses a lanzar vivas, sobre todo a las instituciones, mientras en la ciudad de México el mandatario local exaltaba la soberanía popular. Gobierno federal políticamente exiliado que, sin embargo, retuvo la atención convenenciera de la mayoría de los medios de comunicación, que dieron gran atención a un acto de pocos miles de asistentes, como fue el de Dolores Hidalgo, e ignoraron el masivo y activo de la Plaza de la Constitución. Noche de Gritos que fue confirmación estentórea de los Méxicos en curso: lo institucional, socialmente relegado pero mediáticamente exaltado, frente a lo popular, políticamente creciente pero mediáticamente ignorado. Fox y su esposa son empujados al retiro guanajuatense al que no quieren llegar, mientras Encinas, acompañado de doña Rosario Ibarra de Piedra y del rechiflado (es decir, que le rechiflaron mucho) Carlos Abascal, comparten balcón viendo hacia el Palacio Nacional, adonde a la izquierda no le permiten llegar.
El desfile también fue escaparate de la realidad inocultable. Desde el Zócalo capitalino, centenares de ciudadanos lanzaron consignas contra Vicente Fox y el fraude electoral, mientras la banda de música hacía esfuerzos de contundencia sonora para envolver los aires de protesta. Marcha de poderío armado frente a la que contrastan la debilidad institucional del foxismo y la enjundia opositora de los seguidores de López Obrador.
La convención nacional democrática no fue un ejercicio académico de discusión, y el sistema de votación a mano alzada entre multitudes nunca será el más detalladamente democrático, pero quienes fueron la tarde del sábado al Zócalo tenían decisiones tomadas y los resultados habidos reflejaron en términos generales el sentir colectivo salvo en puntos polémicos, como la inclusión de Carlos Imaz en una de las coordinaciones de trabajos futuros. Fue un error sin paliativos esa designación, pues ayuda a los adversarios del lopezobradorismo a sostener la tesis de que este movimiento se ha financiado de formas irregulares, como las videograbadas por Carlos Ahumada para dañar selectivamente a personajes del entorno del tabasqueño cuando era jefe de Gobierno.
Ya de por sí la nómina de los comisionados del movimiento andresino es suficientemente densa como para agregar una polémica designación más; son los riesgos del caudillismo cuyo gallo no sufrió la pérdida ni de una pluma en la convención que algunos esperaban pudiera convertirse en un programa discutido y compartido y no en una aclamación multitudinaria de acuerdos previamente impresos: una decisión de López Obrador, meses atrás, coló a Porfirio Muñoz Ledo al primer círculo del combate al foxismo al que el mismo PML había servido y aplaudido en campaña y en el gobierno. De nada sirvió el público y masivo rechazo a la reaparición del saltimbanqui de oratoria vetusta y rentable que forma parte de un elenco político igualmente criticable. Imaz no es personalmente ni un corrupto ni un camaleón político, pero las circunstancias de la política lo marcaron y un movimiento que se enfrenta a tan fuertes intereses como es el de López Obrador no se puede regalar el gusto de buscar una reivindicación individual a costa de descalificaciones generales.
La designación de AMLO como "presidente legítimo" es la clave para el futuro que correrá a gran velocidad de aquí al 1º de diciembre. El análisis mediático que dominará en lo inmediato la cartelera de paga insistirá en descomposturas mentales del tabasqueño. Un loquito seguido por hordas de resentidos sociales o de activistas pagados o movidos por promesas de ayudas posteriores, dirán muchos de quienes comentan u opinan en diarios y medios electrónicos. Será muy fácil insistir en el despropósito que anima a quien se declara presidente de México sin contar con sustento legal ni acceso al aparato de gobierno. La descalificación y el linchamiento continuarán, junto con el acrecentamiento del odio y la polarización sociales.
Pero el nuevo escenario político, las nuevas claves, no son tan sencillos ni predestinados como quisieran los defensores del sistema y los intereses predominantes. La presidencia activa de López Obrador es la mejor manera de oponerse, desgastar y tal vez impedir la presidencia furtiva de Calderón. Renunciar a esa posibilidad hubiera significado allanar el camino a Felipe y trasladar la inercia de la protesta conjuntada hasta ahora a fechas casi improductivas como serían la primera quincena de diciembre o la segunda de enero de 2007. López Obrador mantendrá vigencia política (y presencia en los medios, aunque sea negativa, condicionada y adulterada) y eso es lo que más irrita a sus adversarios, que si lo vieran irremisiblemente derrotado ni caso le harían.
México vive una crisis política y la supervivencia de López Obrador (así sea con figuras discutibles, como la de "presidente legítimo") impide que esa crisis sea resuelta, como otras anteriores, mediante arreglos de cúpula. La corriente social aglutinada alrededor de AMLO mantiene peso y presencia que podrán crecer si continúan los errores de Fox y Calderón, pero que también podrían naufragar si el caudillismo, el pragmatismo y la poca discusión real continúan siendo sus características predominantes. ¡Hasta mañana!
Julio Hernández López
Dos días claves
Cambio de símbolos
Un Grito de izquierda
Presidencia activa, no furtiva
Nadie entenderá nada si no asume que en dos días cambiaron los puntos de referencia y la orientación de la política mexicana. El viernes 15 fue la primera ocasión en que un gobierno de izquierda (el capitalino de Alejandro Encinas) encabezó una ceremonia institucional (el Grito de Independencia) arrancada a golpe de movilización a un gobierno federal como es el encabezado por Vicente Fox, que trasladó su estado de sitio adjunto a Dolores Hidalgo. El sábado 16 se formalizó un plan de desobediencia civil que, entre otras formas de rechazo a las autoridades formales surgidas de un fraude electoral, creó la figura de un presidente de la República que viajará por el país y encabezará luchas regionales y temáticas en busca de impedir que Felipe Calderón tome el poder el próximo 1º de diciembre y, en caso de que tal imposición sea consumada, de organizar la oposición y la resistencia a ese gobierno precario.
Dos días en que cambiaron los símbolos y los significados. El presidente de la República negoció el desfile militar por el Grito en Palacio Nacional y se fue a tierras guanajuatenses a lanzar vivas, sobre todo a las instituciones, mientras en la ciudad de México el mandatario local exaltaba la soberanía popular. Gobierno federal políticamente exiliado que, sin embargo, retuvo la atención convenenciera de la mayoría de los medios de comunicación, que dieron gran atención a un acto de pocos miles de asistentes, como fue el de Dolores Hidalgo, e ignoraron el masivo y activo de la Plaza de la Constitución. Noche de Gritos que fue confirmación estentórea de los Méxicos en curso: lo institucional, socialmente relegado pero mediáticamente exaltado, frente a lo popular, políticamente creciente pero mediáticamente ignorado. Fox y su esposa son empujados al retiro guanajuatense al que no quieren llegar, mientras Encinas, acompañado de doña Rosario Ibarra de Piedra y del rechiflado (es decir, que le rechiflaron mucho) Carlos Abascal, comparten balcón viendo hacia el Palacio Nacional, adonde a la izquierda no le permiten llegar.
El desfile también fue escaparate de la realidad inocultable. Desde el Zócalo capitalino, centenares de ciudadanos lanzaron consignas contra Vicente Fox y el fraude electoral, mientras la banda de música hacía esfuerzos de contundencia sonora para envolver los aires de protesta. Marcha de poderío armado frente a la que contrastan la debilidad institucional del foxismo y la enjundia opositora de los seguidores de López Obrador.
La convención nacional democrática no fue un ejercicio académico de discusión, y el sistema de votación a mano alzada entre multitudes nunca será el más detalladamente democrático, pero quienes fueron la tarde del sábado al Zócalo tenían decisiones tomadas y los resultados habidos reflejaron en términos generales el sentir colectivo salvo en puntos polémicos, como la inclusión de Carlos Imaz en una de las coordinaciones de trabajos futuros. Fue un error sin paliativos esa designación, pues ayuda a los adversarios del lopezobradorismo a sostener la tesis de que este movimiento se ha financiado de formas irregulares, como las videograbadas por Carlos Ahumada para dañar selectivamente a personajes del entorno del tabasqueño cuando era jefe de Gobierno.
Ya de por sí la nómina de los comisionados del movimiento andresino es suficientemente densa como para agregar una polémica designación más; son los riesgos del caudillismo cuyo gallo no sufrió la pérdida ni de una pluma en la convención que algunos esperaban pudiera convertirse en un programa discutido y compartido y no en una aclamación multitudinaria de acuerdos previamente impresos: una decisión de López Obrador, meses atrás, coló a Porfirio Muñoz Ledo al primer círculo del combate al foxismo al que el mismo PML había servido y aplaudido en campaña y en el gobierno. De nada sirvió el público y masivo rechazo a la reaparición del saltimbanqui de oratoria vetusta y rentable que forma parte de un elenco político igualmente criticable. Imaz no es personalmente ni un corrupto ni un camaleón político, pero las circunstancias de la política lo marcaron y un movimiento que se enfrenta a tan fuertes intereses como es el de López Obrador no se puede regalar el gusto de buscar una reivindicación individual a costa de descalificaciones generales.
La designación de AMLO como "presidente legítimo" es la clave para el futuro que correrá a gran velocidad de aquí al 1º de diciembre. El análisis mediático que dominará en lo inmediato la cartelera de paga insistirá en descomposturas mentales del tabasqueño. Un loquito seguido por hordas de resentidos sociales o de activistas pagados o movidos por promesas de ayudas posteriores, dirán muchos de quienes comentan u opinan en diarios y medios electrónicos. Será muy fácil insistir en el despropósito que anima a quien se declara presidente de México sin contar con sustento legal ni acceso al aparato de gobierno. La descalificación y el linchamiento continuarán, junto con el acrecentamiento del odio y la polarización sociales.
Pero el nuevo escenario político, las nuevas claves, no son tan sencillos ni predestinados como quisieran los defensores del sistema y los intereses predominantes. La presidencia activa de López Obrador es la mejor manera de oponerse, desgastar y tal vez impedir la presidencia furtiva de Calderón. Renunciar a esa posibilidad hubiera significado allanar el camino a Felipe y trasladar la inercia de la protesta conjuntada hasta ahora a fechas casi improductivas como serían la primera quincena de diciembre o la segunda de enero de 2007. López Obrador mantendrá vigencia política (y presencia en los medios, aunque sea negativa, condicionada y adulterada) y eso es lo que más irrita a sus adversarios, que si lo vieran irremisiblemente derrotado ni caso le harían.
México vive una crisis política y la supervivencia de López Obrador (así sea con figuras discutibles, como la de "presidente legítimo") impide que esa crisis sea resuelta, como otras anteriores, mediante arreglos de cúpula. La corriente social aglutinada alrededor de AMLO mantiene peso y presencia que podrán crecer si continúan los errores de Fox y Calderón, pero que también podrían naufragar si el caudillismo, el pragmatismo y la poca discusión real continúan siendo sus características predominantes. ¡Hasta mañana!