Monday, August 14, 2006

 
Cd. Juárez Chih., México - hoy es: 15 de Agosto del 2006




Desafío: nulidad o crispación
15 de Agosto del 2006
Actualizado: 12:11:55 AM hora de Cd. Juárez


Rafael Loret de Mola
Escritor y analista político
Distrito Federal— Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador polarizan las opiniones de los mexicanos y las crispan. Esta es una realidad incontrovertible. Cualquiera de ellos en caso de ocupar la presidencia enfrentaría una perspectiva crítica cernida a las intemperancias de la mayor parte de los mexicanos que no votaron por ellos y sólo podrían navegar, en un caso extremo, de signar acuerdos y aceptar chantajes sectarios para alcanzar consensos fundamentados en los propósitos de las cúpulas partidistas ajenos al clamor de una ciudadanía afrentada.

¿Es ésta la perspectiva saludable destinada a marcar los cauces de la estabilidad? Hace unos días, en León, uno de los baluartes emblemáticos de Acción Nacional, observé y leí el monumental anuncio, colocado sobre una de las rúas principales, llamando a AMLO a reconocer que el 65 por ciento de los mexicanos no había votado por él. Una verdad incontrovertible como también lo es otra: un porcentaje similar tampoco votó por Felipe Calderón aunque éste pretenda erigirse en “defensor” de los 41 millones de votos emitidos en julio pasado de los cuales sólo 15 millones fueron para su causa. Las sentencias no pueden ser, ante esta perspectiva, tendenciosos ni parciales.

Puestos a divagar sobre el tema tropecé con algunos escenarios factibles. Por ejemplo, de ser calificada la elección presidencial a favor de Calderón llamando a éste a tomar posesión el primero de diciembre, ¿podría acudir, con carácter de mandatario constitucional, tan sólo cuatro días después, a la ceremonia de investidura del nuevo jefe de gobierno defeño, el perredista Marcel Ebrard Casaubón, el “carnal” quien también pernocta en el zócalo en demanda de limpieza comicial, cuya filiación política le obligaría a exaltar a López Obrador como el “legítimo” presidente frente al “espurio” de la derecha?

Podría ocurrir que, en aprovechamiento cabal de los usos sectarios del poder, el gobernante entrante del Distrito Federal, centro neurálgico de la República, optara por desconocer al titular del Ejecutivo federal en obsequio de sus propias lealtades partidistas. ¿Es ésta una ruta tranquilizadora para los mercados bursátiles y las apuestas financieras?

En otro plano, si al final de cuentas el Trife admite las sonoras y reiterativas impugnaciones de la coalición lópezobradorista y acepta acreditar a su abanderado como el “ganador”, de producirse un rebase final en el cómputo definitivo, ¿de verdad los panistas estarían dispuestos a reconocer la decisión o marcharían hacia el zócalo listos a ocupar, apoyados además en la logística del gobierno federal, el convulso espacio metropolitano?

Meditemos en el punto, liberados de lugares comunes, para acercarnos a una respuesta razonable. De darse el improbable caso anterior es evidente que el ex jefe del gobierno defeño asumiría el cargo con semejantes turbulencias, ahora generadas en el bando derechista, a las por él provocadas en demanda del “voto por voto”. Es decir, estaría igualmente en duda su legitimidad para buena parte del electorado que acabaría por desconocer la autoridad moral de las instancias comiciales, vistas ahora por ellos como inmaculadas e inatacables, asumiéndose que la presión callejera se habría impuesto a la legalidad, considerada ésta como candado contra las turbulencias políticas.

Y de consumarse la cuestionable “victoria” de Calderón --¿han notado el rostro avergonzado de éste muy distante al perfil de quien se siente honrado y como tal respaldado por las mayorías?--, se apostaría a que el conflicto terminaría por cansancio de la contraparte convertido el hastío en la mejor bandera de la continuidad. ¿Un panorama tranquilizador sobre millones –los que no aceptan la tesis de la limpieza impoluta de las elecciones pasadas-- de polvorines encendidos?

Debate

Nada sería más saludable, insisto, que la declaratoria de nulidad de las elecciones, una figura que algunos juristas consideran inexistente en cuanto a que la ley no la considera específicamente salvo cuando se señala la facultad del Trife por extender, tras la calificación de las elecciones respectivas, la declaración de “presidente electo”. Esto es, se insiste en que los funcionarios y las instituciones deben cernirse a cuanto les es ordenado por las normas, sin lugar a interpretaciones de ninguna índole, aun cuando el sentido positivo de la ley –la calificación-- debe ser cotejado con el polo opuesto –la descalificación.

Desde luego si el Trife fue capaz de encontrar una vía alterna, la revisión parcial de los paquetes electorales con tal de no abrirlos todos, ¿por qué no sopesar la posibilidad de una interpretación política dispuesta para superar los agobios poselectorales, las tantas irregularidades evidentes y, sobre todo, la crispación exaltada de los mexicanos? En las circunstancias actuales, con las mayorías reacias a aceptar el encumbramiento de una “primera minoría” ensoberbecida e intolerante, desde bandos en apariencia irreconciliables al mediano plazo, la posibilidad de abrevar en un mandato interino cuya función central y específica sería proveer de los elementos necesarios para una reforma política integral, destinada obviamente a destrabar los candados de la ingobernabilidad, resulta la menos grave de las expectativas aun cuando los agoreros insistan en prever condiciones catastrofistas empeñados en difundir que lo único razonable es la continuidad, esto es como si no existiesen los mexicanos opuestos a una reválida contaminada por la impudicia política y el desorden electoral.

¿Por qué temerle a esta posibilidad? ¿Acaso no sería una salida magnífica para atemperar los ánimos revueltos y sancionar, per se, a los actores políticos cuya incapacidad para llegar a acuerdos y reformas sustantivas –durante el periodo foxista nadie se preocupó por hacer evolucionar a la legislación electoral, por ejemplo--, es pública, notoria y por demás costosa?

Como la ciudadanía merece respeto parece demasiado simple argüir que la rigidez de las leyes –cuando éstas debieran ser flexibles ante la dinámica social--, debe imponerse incluso a los principios fundamentales, entre otros el imperativo democrático que con tanto ahínco busca la sociedad mexicana; al contrario es necesario proveer elementos para, siquiera, poner en orden a la clase gobernante desquiciada por los sectarismos.

El reto

Las afrentas contra la ciudadanía, en sentido opuesto al ideal democrático, se extienden por la negligencia extrema de las autoridades, incluso las electorales, que sólo pretenden observar parte del panorama ocultando las aristas indeseables para ellas. Y así, sencillamente, no se podrá llegar a ninguna parte, menos si se extienden los tentáculos de la cooptación política malsana que, tarde o temprano, acabarán por reventar en manos de los operadores de la oficialidad.

Así que la manera de lograr estabilidad, de acuerdo con los obtusos criterios continuistas, es borrar del escenario a los adversarios obligándolos a aceptar, a pie juntillas, un mandato viciado de origen y sólo reconocido y avalado por uno de cada cinco ciudadanos empadronados. ¿No les parece extrema esta deformación?

De allí que el columnista insista en que lo más sano, con garantía de estabilidad además, es un paréntesis, esto es un interinato, para comenzar con éste la urgente, necesaria reconciliación nacional. Pasada la crispación, llegará el tiempo de las reformas estructurales y con ellas la anhelada paz social.
http://diario.com.mx/nota.asp?notaid=36e25d42d14939e82835056a2d1b89c1

Diario Digital 2003©

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