Thursday, August 31, 2006
Estrictamente personal
Hacer lena de arbol caido, pero Raymundo Riva Palacios se equivoca solo en su ultima apreciacion: Calderon si le debe mucho a Fox, y los compromisos que hilo con Fox van mas alla de ser del mismo parito. A Fox le debe ser declarado forzosamente "presidente", no a los ciudadanos.
Raymundo Riva Palacio
31 de agosto de 2006
Incumplimiento
Si tuviera oportunidad de responder el sexto y último Informe de Gobierno del presidente Vicente Fox Quesada, aprovecharía para hacerle saber cosas que según parece no comprende o no ha querido comprender; hechos que saltan a la vista pero que el señor Presidente Vicente Fox no ha sabido ver o no ha desarrollado la capacidad para aprender; sobre todo porque ahora, cuando ya es tarde para que rectifique, pudiera darse cuenta que los ciudadanos sí sabemos lo que ha pasado en nuestro país durante los últimos seis años.
Como ese supuesto no se verificará jamás, debo recurrir a una prensa que el señor Presidente no leerá -porque ya sabemos que prefiere ser feliz que leer-, porque no se puede permanecer en silencio ante la situación que el país atraviesa.
No, señor Presidente, no ha cumplido usted con el deber que voluntariamente aceptó cuando el voto de los ciudadanos le confirió la Presidencia de la República; no, señor Presidente, ni cumplió ni hizo cumplir la Constitución ni las leyes tal y como protestó, en la protesta más peculiar de que tengamos memoria, al asumir la primera magistratura.
Lo lamentamos mucho señor Presidente, pero desperdició el capital político más importante a que mandatario alguno puede aspirar, la legitimidad democrática y que usted obtuvo.
Los ciudadanos, señor Presidente, no sabemos de buenas intenciones, de caracteres chabacanos o cercanías simpáticas; los ciudadanos sabemos de resultados que imprimen dinamismo a nuestras vidas cotidianas, que se traducen en bienestar y tranquilidad, en crecimiento y justicia y es ahí, sobre todo, donde usted falló; se le olvidó, o nunca supo, algo que el sentido común siempre dicta: no se puede destruir algo funcional si no se tiene otro proyecto para sustituirlo, y usted destruyó la institución presidencial para sustituirla por un enorme vacío que llenaron pronto fuerzas políticas e individuos que nadie eligió para ejercer el poder legítimo del Estado. Desde aquel tristemente célebre "¿Y yo por qué.?", los mexicanos nos seguimos preguntando, ¿y por qué usted?
Deja usted un país al que le costará mucho encontrar, de nuevo, su rumbo y su proyecto. No, señor Presidente, los ataques que cotidianamente le dirigió la prensa, a cual más acre y humorísticamente amargo, no fueron nunca producto de una opinión pública embriagada de una libertad que usted no le otorgó, sino que ganó a lo largo de décadas de responsabilidad e inteligencia; se debieron a su error en el desempeño, a la liviandad de sus apreciaciones y a su falta de comprensión del fenómeno político nacional; por esos mismos aspectos, no tenemos hoy un país que hubiera crecido como usted prometió que lo haría, por eso ahora no tenemos un país más seguro que hace seis años; por eso tenemos hoy un país en el que existen puntos de tensión en Ciudad Juárez, en Oaxaca, en Guerrero y, por supuesto en Chiapas, en la propia capital de la República, ello sin contar los millares de mexicanos que cada día arriesgan sus vidas para traspasar la frontera norte en cumplimiento de una de las pocas profecías que su gobierno pudo cumplir; convertirnos en un país exportador de mano de obra.
Durante años, muchos años, México se labró a pulso un lugar en el concierto de las naciones; desde que Lázaro Cárdenas inauguró la época dorada de la diplomacia mexicana, nuestro servicio diplomático cumplió con honor y con valor su encargo, todo porque quienes lo dirigieron tenían rumbo, carácter y objetivo; una vez más, no señor Presidente, los mexicanos no esperábamos ni merecíamos conflictos ni desencuentros -más de una vez gratuitos- con Cuba, Chile, Venezuela, Argentina o Estados Unidos; porque el problema fue siempre más allá del uso desafortunado del lenguaje, se trató de lecturas equivocadas, provocativas y hasta banales de los tiempos de la política internacional; lecturas donde la autocrítica y la reflexión eran omisas, así se enfrascó en una batalla en la capital de Estados Unidos por un acuerdo migratorio, sin querer entender que el problema es que nos consolidamos como un país expulsor de sus ciudadanos.
Si no deja al país sumido en el caos, al menos sí lo deja desorientado y en medio de una gran angustia; si no llegamos a extremos más peligrosos fue no por su actitud sino por la madurez de los ciudadanos y las instituciones.
No, señor Presidente, no fue este un sexenio en el que, como muchos esperaban, la moral pública se elevara e inspirara confianza a la población; al contrario, su familia política protagonizó escándalos en los que, una vez más, la trivialidad y la frivolidad ocultaban simas aún más hondas; nunca existió ni ha existido algo así como la pareja presidencial, ni era necesario que su esposa llevara a los tribunales a una periodista por ejercer su libertad de expresión.
No, señor Presidente, no es ejemplar ni constructivo para el país, ver a un Presidente protegiendo a quienes le son cercanos, lo es ver a un mandatario cumplir la ley y ejercer su poder legítimo para defender los derechos de todos.
Hoy tenemos un país que padeció una parálisis parlamentaria en el que las reformas profundas, siempre prometidas y siempre postergadas no pudieron ser; y no sólo por la falta de acuerdo entre las fracciones parlamentarias, sino porque el Ejecutivo no tuvo ni la convocatoria ni el oficio para lograr que sus iniciativas se convirtieran en leyes.
En caso de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) declarara presidente electo al candidato que tiene el mayor número de votos, asumirá la primera magistratura en muy difíciles condiciones y al que muy flaco favor le hizo durante todo este gobierno; un sucesor que no le debe nada y que, por lo tanto, llega libre de compromisos, un sucesor que posiblemente sólo comparta con usted ser compañero de partido, pero que no obstante supo deslindarse de usted y su gobierno oportunamente.
Será un presidente que no gozará de aquella cómoda ventaja electoral que usted no supo capitalizar; él no podrá pedir una prórroga a la sociedad; deberá construir la convivencia desde las más profundas raíces. Para él, nuestros mejores deseos, su éxito será el de todos; pues otro fracaso nos llevaría al límite de nuestra capacidad y de la estabilidad social.
No, señor Presidente, el hecho es que usted no ha cumplido.
Raymundo Riva Palacio
31 de agosto de 2006
Incumplimiento
Si tuviera oportunidad de responder el sexto y último Informe de Gobierno del presidente Vicente Fox Quesada, aprovecharía para hacerle saber cosas que según parece no comprende o no ha querido comprender; hechos que saltan a la vista pero que el señor Presidente Vicente Fox no ha sabido ver o no ha desarrollado la capacidad para aprender; sobre todo porque ahora, cuando ya es tarde para que rectifique, pudiera darse cuenta que los ciudadanos sí sabemos lo que ha pasado en nuestro país durante los últimos seis años.
Como ese supuesto no se verificará jamás, debo recurrir a una prensa que el señor Presidente no leerá -porque ya sabemos que prefiere ser feliz que leer-, porque no se puede permanecer en silencio ante la situación que el país atraviesa.
No, señor Presidente, no ha cumplido usted con el deber que voluntariamente aceptó cuando el voto de los ciudadanos le confirió la Presidencia de la República; no, señor Presidente, ni cumplió ni hizo cumplir la Constitución ni las leyes tal y como protestó, en la protesta más peculiar de que tengamos memoria, al asumir la primera magistratura.
Lo lamentamos mucho señor Presidente, pero desperdició el capital político más importante a que mandatario alguno puede aspirar, la legitimidad democrática y que usted obtuvo.
Los ciudadanos, señor Presidente, no sabemos de buenas intenciones, de caracteres chabacanos o cercanías simpáticas; los ciudadanos sabemos de resultados que imprimen dinamismo a nuestras vidas cotidianas, que se traducen en bienestar y tranquilidad, en crecimiento y justicia y es ahí, sobre todo, donde usted falló; se le olvidó, o nunca supo, algo que el sentido común siempre dicta: no se puede destruir algo funcional si no se tiene otro proyecto para sustituirlo, y usted destruyó la institución presidencial para sustituirla por un enorme vacío que llenaron pronto fuerzas políticas e individuos que nadie eligió para ejercer el poder legítimo del Estado. Desde aquel tristemente célebre "¿Y yo por qué.?", los mexicanos nos seguimos preguntando, ¿y por qué usted?
Deja usted un país al que le costará mucho encontrar, de nuevo, su rumbo y su proyecto. No, señor Presidente, los ataques que cotidianamente le dirigió la prensa, a cual más acre y humorísticamente amargo, no fueron nunca producto de una opinión pública embriagada de una libertad que usted no le otorgó, sino que ganó a lo largo de décadas de responsabilidad e inteligencia; se debieron a su error en el desempeño, a la liviandad de sus apreciaciones y a su falta de comprensión del fenómeno político nacional; por esos mismos aspectos, no tenemos hoy un país que hubiera crecido como usted prometió que lo haría, por eso ahora no tenemos un país más seguro que hace seis años; por eso tenemos hoy un país en el que existen puntos de tensión en Ciudad Juárez, en Oaxaca, en Guerrero y, por supuesto en Chiapas, en la propia capital de la República, ello sin contar los millares de mexicanos que cada día arriesgan sus vidas para traspasar la frontera norte en cumplimiento de una de las pocas profecías que su gobierno pudo cumplir; convertirnos en un país exportador de mano de obra.
Durante años, muchos años, México se labró a pulso un lugar en el concierto de las naciones; desde que Lázaro Cárdenas inauguró la época dorada de la diplomacia mexicana, nuestro servicio diplomático cumplió con honor y con valor su encargo, todo porque quienes lo dirigieron tenían rumbo, carácter y objetivo; una vez más, no señor Presidente, los mexicanos no esperábamos ni merecíamos conflictos ni desencuentros -más de una vez gratuitos- con Cuba, Chile, Venezuela, Argentina o Estados Unidos; porque el problema fue siempre más allá del uso desafortunado del lenguaje, se trató de lecturas equivocadas, provocativas y hasta banales de los tiempos de la política internacional; lecturas donde la autocrítica y la reflexión eran omisas, así se enfrascó en una batalla en la capital de Estados Unidos por un acuerdo migratorio, sin querer entender que el problema es que nos consolidamos como un país expulsor de sus ciudadanos.
Si no deja al país sumido en el caos, al menos sí lo deja desorientado y en medio de una gran angustia; si no llegamos a extremos más peligrosos fue no por su actitud sino por la madurez de los ciudadanos y las instituciones.
No, señor Presidente, no fue este un sexenio en el que, como muchos esperaban, la moral pública se elevara e inspirara confianza a la población; al contrario, su familia política protagonizó escándalos en los que, una vez más, la trivialidad y la frivolidad ocultaban simas aún más hondas; nunca existió ni ha existido algo así como la pareja presidencial, ni era necesario que su esposa llevara a los tribunales a una periodista por ejercer su libertad de expresión.
No, señor Presidente, no es ejemplar ni constructivo para el país, ver a un Presidente protegiendo a quienes le son cercanos, lo es ver a un mandatario cumplir la ley y ejercer su poder legítimo para defender los derechos de todos.
Hoy tenemos un país que padeció una parálisis parlamentaria en el que las reformas profundas, siempre prometidas y siempre postergadas no pudieron ser; y no sólo por la falta de acuerdo entre las fracciones parlamentarias, sino porque el Ejecutivo no tuvo ni la convocatoria ni el oficio para lograr que sus iniciativas se convirtieran en leyes.
En caso de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) declarara presidente electo al candidato que tiene el mayor número de votos, asumirá la primera magistratura en muy difíciles condiciones y al que muy flaco favor le hizo durante todo este gobierno; un sucesor que no le debe nada y que, por lo tanto, llega libre de compromisos, un sucesor que posiblemente sólo comparta con usted ser compañero de partido, pero que no obstante supo deslindarse de usted y su gobierno oportunamente.
Será un presidente que no gozará de aquella cómoda ventaja electoral que usted no supo capitalizar; él no podrá pedir una prórroga a la sociedad; deberá construir la convivencia desde las más profundas raíces. Para él, nuestros mejores deseos, su éxito será el de todos; pues otro fracaso nos llevaría al límite de nuestra capacidad y de la estabilidad social.
No, señor Presidente, el hecho es que usted no ha cumplido.