Friday, September 08, 2006
Agenda Ciudadana: el llano y las llamas
8 de Septiembre del 2006
Actualizado: 12:14:24 AM hora de Cd. Juárez
Lorenzo Meyer
Analista político
Segunda de dos partes
Distrito Federal— La metamorfosis: En los años 1960, y teniendo como trasfondo la energía que irradiaba la entonces joven Revolución Cubana, la izquierda mexicana, pese a su marginalidad, logró dar forma a un discurso que cuestionó la legitimidad del orden posrevolucionario. El sistema autoritario mexicano decidió buscar una vía no represiva para neutralizar a ese adversario --moverse para permanecer en el mismo sitio-- y llevó a cabo siete últimas reformas electorales --1973, 1977, 1987, 1989, 1990, 1993 y 1996-- para abrirle un espacio institucional controlado.
Las reformas electorales, combinadas con el fracaso y desaparición de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, hicieron que el grueso de la izquierda mexicana y pese a lo inequitativo de las reglas, aceptara conducir sus energías y demandas por la vía electoral. La gran excepción fue el neozapatismo chiapaneco. Cuando finalmente en el 2000 las urnas le ganaron al autoritarismo, el triunfo fue para la derecha. La izquierda resintió el golpe pero no abandonó el camino electoral y a inicios del 2006, con un nuevo liderazgo, vislumbró posibilidades de éxito.
Desde el 2003 el presidente Fox, su partido y un buen conjunto de actores e intereses políticos –desde Elba Esther Gordillo hasta grupos empresariales pasando por la iglesia dominante-- se pusieron como tarea prioritaria impedir una alternancia de izquierda en el 2006. Y para lograrlo no vacilaron en acudir a esa enorme maniobra antidemocrática que fue el intento de desafuero del único candidato viable de la izquierda o en usar al máximo e ilegalmente los recursos de la presidencia para combinarlos con una dura campaña de miedo emprendida lo mismo por el PAN que por el Consejo Coordinador Empresarial. Todo ello, aunado a la sospecha de fraude alimentada, entre otras cosas, por la inexplicable presencia de votos de más o de menos en las casillas, desembocaron en lo que tenemos ahora: una negativa rotunda de la segunda fuerza electoral a reconocer la legitimidad de todo el proceso electoral y al inicio de un movimiento de resistencia pacífica pero en un llano muy seco, donde una chispa puede desembocar en un nuevo incendio.
Las posibilidades: Según la teoría, los sistemas autoritarios necesitan acabar con cualquier oposición que intente movilizar y organizar a la sociedad de manera independiente. Sin embargo, el nuevo régimen mexicano, que en principio se considera democrático, ya no tiene ni las razones ni la libertad para usar los instrumentos de fuerza con que sus antecesores acabaron con las resistencias del pasado: disolución de manifestaciones, prisión, tortura y asesinato de opositores, etc. Por su parte, esos movimientos sociales ya no tienen necesariamente que desembocar en la insurgencia armada pues se pueden mantener como desobediencia pacífica y ser efectivos.
En esta circunstancia y por primera vez en México, el seco llano social pudiera ser transformado sin necesidad de un gran incendio previo, como ocurrió en los dos siglos pasados. Sin embargo, el peligro de incendio sigue siendo significativo. La movilización iniciada por AMLO puede generar mucha energía política en los sectores donde tiene su raíz: en las clases populares y menos favorecidas. Tanto líderes como bases del movimiento y, literalmente “por el bien de todos”, deben mantener dentro de límites muy estrictos esa energía producto de la frustración ante lo que perciben como una justicia denegada.
La misma advertencia, pero más contundente, debe hacerse a quienes controlan las fuerzas del Estado, quienes deben contener sus naturales inclinaciones de derecha a imponerse a como dé lugar y tomar en cuenta que el entorno político ha cambiado y que ya no se defiende el orden establecido con los métodos de antaño, pues eso puede provocar un incendio social de consecuencias impredecibles.
En suma, la estructura institucional heredada por la joven democracia mexicana –IFE, TEPJF, Suprema Corte, etc.-- resultó incapaz de avalar lo que requiere cualquier democracia que funcione bien: garantizar una lucha en buena lid que, consecuentemente, dispensase legitimidad a quien ejerce el poder. Al borde de lo desconocido, esperemos que los actores políticos muestren más inteligencia y responsabilidad de la que han exhibido hasta hoy. El camino mexicano de consolidación democrática resultó mucho más difícil de lo imaginado. Hay que cuidar que sus graves deficiencias no acaben por echarlo por la borda.
http://diario.com.mx/nota.asp?notaid=68c6b3aa159779190bb2e15b0006149e
Diario Digital 2003©
Actualizado: 12:14:24 AM hora de Cd. Juárez
Lorenzo Meyer
Analista político
Segunda de dos partes
Distrito Federal— La metamorfosis: En los años 1960, y teniendo como trasfondo la energía que irradiaba la entonces joven Revolución Cubana, la izquierda mexicana, pese a su marginalidad, logró dar forma a un discurso que cuestionó la legitimidad del orden posrevolucionario. El sistema autoritario mexicano decidió buscar una vía no represiva para neutralizar a ese adversario --moverse para permanecer en el mismo sitio-- y llevó a cabo siete últimas reformas electorales --1973, 1977, 1987, 1989, 1990, 1993 y 1996-- para abrirle un espacio institucional controlado.
Las reformas electorales, combinadas con el fracaso y desaparición de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, hicieron que el grueso de la izquierda mexicana y pese a lo inequitativo de las reglas, aceptara conducir sus energías y demandas por la vía electoral. La gran excepción fue el neozapatismo chiapaneco. Cuando finalmente en el 2000 las urnas le ganaron al autoritarismo, el triunfo fue para la derecha. La izquierda resintió el golpe pero no abandonó el camino electoral y a inicios del 2006, con un nuevo liderazgo, vislumbró posibilidades de éxito.
Desde el 2003 el presidente Fox, su partido y un buen conjunto de actores e intereses políticos –desde Elba Esther Gordillo hasta grupos empresariales pasando por la iglesia dominante-- se pusieron como tarea prioritaria impedir una alternancia de izquierda en el 2006. Y para lograrlo no vacilaron en acudir a esa enorme maniobra antidemocrática que fue el intento de desafuero del único candidato viable de la izquierda o en usar al máximo e ilegalmente los recursos de la presidencia para combinarlos con una dura campaña de miedo emprendida lo mismo por el PAN que por el Consejo Coordinador Empresarial. Todo ello, aunado a la sospecha de fraude alimentada, entre otras cosas, por la inexplicable presencia de votos de más o de menos en las casillas, desembocaron en lo que tenemos ahora: una negativa rotunda de la segunda fuerza electoral a reconocer la legitimidad de todo el proceso electoral y al inicio de un movimiento de resistencia pacífica pero en un llano muy seco, donde una chispa puede desembocar en un nuevo incendio.
Las posibilidades: Según la teoría, los sistemas autoritarios necesitan acabar con cualquier oposición que intente movilizar y organizar a la sociedad de manera independiente. Sin embargo, el nuevo régimen mexicano, que en principio se considera democrático, ya no tiene ni las razones ni la libertad para usar los instrumentos de fuerza con que sus antecesores acabaron con las resistencias del pasado: disolución de manifestaciones, prisión, tortura y asesinato de opositores, etc. Por su parte, esos movimientos sociales ya no tienen necesariamente que desembocar en la insurgencia armada pues se pueden mantener como desobediencia pacífica y ser efectivos.
En esta circunstancia y por primera vez en México, el seco llano social pudiera ser transformado sin necesidad de un gran incendio previo, como ocurrió en los dos siglos pasados. Sin embargo, el peligro de incendio sigue siendo significativo. La movilización iniciada por AMLO puede generar mucha energía política en los sectores donde tiene su raíz: en las clases populares y menos favorecidas. Tanto líderes como bases del movimiento y, literalmente “por el bien de todos”, deben mantener dentro de límites muy estrictos esa energía producto de la frustración ante lo que perciben como una justicia denegada.
La misma advertencia, pero más contundente, debe hacerse a quienes controlan las fuerzas del Estado, quienes deben contener sus naturales inclinaciones de derecha a imponerse a como dé lugar y tomar en cuenta que el entorno político ha cambiado y que ya no se defiende el orden establecido con los métodos de antaño, pues eso puede provocar un incendio social de consecuencias impredecibles.
En suma, la estructura institucional heredada por la joven democracia mexicana –IFE, TEPJF, Suprema Corte, etc.-- resultó incapaz de avalar lo que requiere cualquier democracia que funcione bien: garantizar una lucha en buena lid que, consecuentemente, dispensase legitimidad a quien ejerce el poder. Al borde de lo desconocido, esperemos que los actores políticos muestren más inteligencia y responsabilidad de la que han exhibido hasta hoy. El camino mexicano de consolidación democrática resultó mucho más difícil de lo imaginado. Hay que cuidar que sus graves deficiencias no acaben por echarlo por la borda.
http://diario.com.mx/nota.asp?notaid=68c6b3aa159779190bb2e15b0006149e
Diario Digital 2003©