Friday, September 01, 2006
MÉRIDA - Opinión. 9/1/2006
A favor de la democracia
Indiferencia y simulación
Por Luis Castrillón Cue
Ningún cambio es posible si no comienza desde quien o quienes lo proponen. Creer que en este país, o siquiera en este estado, vamos a comenzar a vivir una transformación es ilusorio desde la perspectiva de una sociedad que, todo indica, ha aprendido a vivir a través de un solo elemento que parece conducir sus acciones: la indiferencia, ese “estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado”.
La referencia es a la sociedad en su conjunto, con unas cuantas salvedades de quienes adoptan el compromiso de querer cambiar algo, pero nunca alcanzan el eco necesario en el colectivo. A cambio de ello, se privilegia la simulación que cubre y se mezcla en el entramado social convirtiendo la ficción, pese a su condición de irreal, en una realidad aparente, aceptada de conformidad e incluso por comodidad.
La ignorancia es una “bendición” para quienes ocupan el poder y para los indiferentes que prefieren no involucrarse.
Cito ejemplos: indiferencia de quienes contaron votos en las pasadas elecciones, porque al ser cuestionada su actuación —si lo hicieron bien o mal— prefieren decir que su trabajo terminó y no se defienden retando a que sí se les revise, clarifique y legitime su labor, para después ellos descalificar todos los argumentos en su contra e, incluso, acusar a quien hoy los señala.
Indiferencia de quienes prefirieron no salir a votar en las elecciones pasadas, demostrando el poco interés que tienen en lo que sucede en el país —fueron más que en 2000 y no hay correspondencia con el crecimiento del padrón electoral—; el mismo caso del Instituto Federal Electoral, la Presidencia de la República y los dos principales contendientes y sus seguidores, al soslayar a ese enorme grupo poblacional que no votó, cuando aseguran que las cifras obtenidas en los comicios son contundentes, cada quien desde su perspectiva y beneficio.
Indiferencia del presidente Vicente Fox Quesada cuando se inició el conflicto en Oaxaca, dejándolo a propósito —o por desinterés— en manos de sus instigadores, entre quienes se identifica claramente a Elba Esther Gordillo, y que hoy ha causado no sólo pérdidas millonarias, sino incluso la muerte de por lo menos tres personas.
Y si de muertes se habla, la indiferencia de años que ha permitido la tremenda carrera del narcotráfico, lo que cuesta diariamente vidas humanas a causa del consumo y de la guerra interna del crimen organizado.
Indiferencia durante un sexenio de quienes pasaron por las cámaras de Diputados y de Senadores y no hicieron las reformas institucionales que el país requiere para que no suceda de nuevo lo que vivimos en este sexenio: un grupo distinto de gobierno al anterior, pero sentado sobre la misma estructura y actuando según ella.
La actitud de Televisa y TV Azteca al informar parcialmente y en forma descontextualizada lo que sucede en México, pese a que podría ser el inicio de una transformación social y política que muchos especialistas previeron como el momento para iniciar el camino de una democracia verdadera y no esa que creemos tener sólo por el hecho de que se nos permite votar. Esa democracia que nos dibujaron y hoy, en medio del conflicto, descubrimos que no es real.
Indiferencia de los ciudadanos que pese a todo lo que hemos sabido sobre el manejo de las reformas a la Ley de Radio, Televisión y Telecomunicaciones no hemos exigido a través de movimientos y protestas un cambio en el modelo de las grandes corporaciones de medios en México: nuestro derecho fundamental a ser bien informados.
Indiferencia ante lo que está por ocurrir, ya visto hace un par de días en el Congreso de la Unión, donde por acuerdo el PAN, representado por José González Morfín, y el PRI, por Emilio Gamboa Patrón, violaron la ley al excluir, pese a ser hoy la segunda fuerza política en el Congreso, al PRD en la distribución de la Mesa Directiva, así como la indiferencia de los legisladores a sus promesas de campaña, de buscar consensos basados en la pluralidad.
Indiferencia, también, de los legisladores locales cuando eligieron a los integrantes del Instituto de Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana, y cuando dejaron en la “congeladora” iniciativas, como las que definirían una ley en materia indígena.
Indiferencia casi previsible de las autoridades estatales a las nuevas denuncias de corrupción en la Secretaría de Salud, que seguro seguirán el mismo curso del caso de la leche, aún sin concluir, del cual nadie ha pagado el atraco a recursos del pueblo, así como con las denuncias de la administración pasada del Icemarey y el caso de las bicicletas embodegadas en Miami.
La misma indiferencia de nosotros, ciudadanos, al no exigir que se exhiba a los verdaderos culpables que, a sabiendas, permiten actos de corrupción.
Ésa es la democracia que estamos construyendo y que hoy, indiferentes, pareciera que al tiempo que nos rasgamos las vestiduras también nos negamos a ver cuánto tiene de simulación y cuán poco de real.— Mérida, Yucatán.
reportajesrumbo@yahoo.com.mx
Comentarios y sugerencias:
comentarios@yucatan.com.mx
A favor de la democracia
Indiferencia y simulación
Por Luis Castrillón Cue
Ningún cambio es posible si no comienza desde quien o quienes lo proponen. Creer que en este país, o siquiera en este estado, vamos a comenzar a vivir una transformación es ilusorio desde la perspectiva de una sociedad que, todo indica, ha aprendido a vivir a través de un solo elemento que parece conducir sus acciones: la indiferencia, ese “estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado”.
La referencia es a la sociedad en su conjunto, con unas cuantas salvedades de quienes adoptan el compromiso de querer cambiar algo, pero nunca alcanzan el eco necesario en el colectivo. A cambio de ello, se privilegia la simulación que cubre y se mezcla en el entramado social convirtiendo la ficción, pese a su condición de irreal, en una realidad aparente, aceptada de conformidad e incluso por comodidad.
La ignorancia es una “bendición” para quienes ocupan el poder y para los indiferentes que prefieren no involucrarse.
Cito ejemplos: indiferencia de quienes contaron votos en las pasadas elecciones, porque al ser cuestionada su actuación —si lo hicieron bien o mal— prefieren decir que su trabajo terminó y no se defienden retando a que sí se les revise, clarifique y legitime su labor, para después ellos descalificar todos los argumentos en su contra e, incluso, acusar a quien hoy los señala.
Indiferencia de quienes prefirieron no salir a votar en las elecciones pasadas, demostrando el poco interés que tienen en lo que sucede en el país —fueron más que en 2000 y no hay correspondencia con el crecimiento del padrón electoral—; el mismo caso del Instituto Federal Electoral, la Presidencia de la República y los dos principales contendientes y sus seguidores, al soslayar a ese enorme grupo poblacional que no votó, cuando aseguran que las cifras obtenidas en los comicios son contundentes, cada quien desde su perspectiva y beneficio.
Indiferencia del presidente Vicente Fox Quesada cuando se inició el conflicto en Oaxaca, dejándolo a propósito —o por desinterés— en manos de sus instigadores, entre quienes se identifica claramente a Elba Esther Gordillo, y que hoy ha causado no sólo pérdidas millonarias, sino incluso la muerte de por lo menos tres personas.
Y si de muertes se habla, la indiferencia de años que ha permitido la tremenda carrera del narcotráfico, lo que cuesta diariamente vidas humanas a causa del consumo y de la guerra interna del crimen organizado.
Indiferencia durante un sexenio de quienes pasaron por las cámaras de Diputados y de Senadores y no hicieron las reformas institucionales que el país requiere para que no suceda de nuevo lo que vivimos en este sexenio: un grupo distinto de gobierno al anterior, pero sentado sobre la misma estructura y actuando según ella.
La actitud de Televisa y TV Azteca al informar parcialmente y en forma descontextualizada lo que sucede en México, pese a que podría ser el inicio de una transformación social y política que muchos especialistas previeron como el momento para iniciar el camino de una democracia verdadera y no esa que creemos tener sólo por el hecho de que se nos permite votar. Esa democracia que nos dibujaron y hoy, en medio del conflicto, descubrimos que no es real.
Indiferencia de los ciudadanos que pese a todo lo que hemos sabido sobre el manejo de las reformas a la Ley de Radio, Televisión y Telecomunicaciones no hemos exigido a través de movimientos y protestas un cambio en el modelo de las grandes corporaciones de medios en México: nuestro derecho fundamental a ser bien informados.
Indiferencia ante lo que está por ocurrir, ya visto hace un par de días en el Congreso de la Unión, donde por acuerdo el PAN, representado por José González Morfín, y el PRI, por Emilio Gamboa Patrón, violaron la ley al excluir, pese a ser hoy la segunda fuerza política en el Congreso, al PRD en la distribución de la Mesa Directiva, así como la indiferencia de los legisladores a sus promesas de campaña, de buscar consensos basados en la pluralidad.
Indiferencia, también, de los legisladores locales cuando eligieron a los integrantes del Instituto de Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana, y cuando dejaron en la “congeladora” iniciativas, como las que definirían una ley en materia indígena.
Indiferencia casi previsible de las autoridades estatales a las nuevas denuncias de corrupción en la Secretaría de Salud, que seguro seguirán el mismo curso del caso de la leche, aún sin concluir, del cual nadie ha pagado el atraco a recursos del pueblo, así como con las denuncias de la administración pasada del Icemarey y el caso de las bicicletas embodegadas en Miami.
La misma indiferencia de nosotros, ciudadanos, al no exigir que se exhiba a los verdaderos culpables que, a sabiendas, permiten actos de corrupción.
Ésa es la democracia que estamos construyendo y que hoy, indiferentes, pareciera que al tiempo que nos rasgamos las vestiduras también nos negamos a ver cuánto tiene de simulación y cuán poco de real.— Mérida, Yucatán.
reportajesrumbo@yahoo.com.mx
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